CASTILLO DE SANTA CATALINA (JAÉN)
Según nos acercamos a Jaén llama la atención
en lo alto del cerro que se levanta junto a la ciudad, el castillo de Santa
Catalina.
Aunque
se han encontrado restos pertenecientes al periodo Calcolítico de este castillo,
los primeros asentamientos bien documentados se remontan al mundo ibérico. Se
localizan en la ladera septentrional, hecho con muros ciclópeos
relacionado con el sistema defensivo estructurado para controlar la región. En
el siglo V a. d. C. el territorio estaba perfectamente jerarquizado,
siendo esta fortaleza ibérica uno de los núcleos más importantes de la
campiña jiennense.
Con la llegada de los árabes
a Jaén se mantiene las anteriores fortificaciones, por lo que a lo largo del
siglo VIII se reconstruye una alcazaba islámica que pasará a manos cristianas cuando
Fernando III conquista la plaza al rey Alhamar, en el año 1246.
De las murallas musulmanas
se tienen documentadas varias puertas, ya desaparecidas como la Puerta de
Martos, Puerta del Sol, Puerta de Baeza, Puerta del Sol, Puerta de Granada,
Puerta de Aceituno, Puerta de Noguera, Puerta del Portillo, Puerta del Portillo
de San Sebastián, Puerta de Santa María y Puerta de San Agustín.
A partir de la conquista
cristiana se suceden distintas fases de remodelación, conociéndose con los
nombres de "Castillo Viejo", "Alcázar Nuevo" y
"Alcázar de Abrehui". Fernando III mandó que se iniciaran las obras
del Alcázar Nuevo en la zona Este de la fortificación, pero no será hasta los
siglos XIII - XV y durante los reinados de Alfonso X el Sabio y Fernando IV cuando
se intensifican las obras. Se levantan en este período las líneas de
muralla que delimitan el castillo y seis torres. La Capilla de Santa Catalina
(de estilo gótico) se construye entre los siglos XIII y XIV.
El
recorrido por las murallas cristinas empezaba en la Puerta de Noguera siguiendo
por la Fuente de Don Diego y Adarves hasta la Puerta del Ángel. Igualmente
rodeaba el llamado Arrabal de San Ildefonso, el Portillo de San
Jerónimo hasta el lugar en el que estuvo el Torreón de San Agustín.
Terminadas
las guerras árabes, las murallas dejan de tener su función protectora y
defensiva y pasan a ser el instrumento de control de los productos y mercancía
con los que se comerciaba en la ciudad. Su acceso adquiere un carácter
fiscal que benefició considerablemente a la población.
En el siglo XV el
Condestable de Castilla Don Miguel Lucas de Iranzo erige la Torre del
Homenaje y según algunas crónicas, se documenta el gasto de una importante
cantidad (10.000 maravedíes) para realizar obras urgentes de reparación
en algunas estancias del castillo. Enrique IV lo distinguió, entre otros
honores, concediéndole el título de "Condestable" y el de
"Alcaide de Jaén".

La Cruz Blanca o Cruz
del Castillo de Santa Catalina marca el punto topográfico más alto de la
ciudad. Como en tantos otros lugares de tradición cristiana, se ha elegido este
destacado lugar para colocar el símbolo de espiritualidad con el que se
identifican la mayoría de los habitantes de la capital de Jaén. Según la
tradición, se eleva en el mismo punto en el que el rey cristiano de Castilla
Fernando III el Santo colocó otra semejante, cuando tomó la alcazaba al
soberano jiennense Muhammad I de Arjona (Alhamar). Allí colocada, desde la
ciudad todos podían contemplar la insignia triunfante de la cristiandad sobre
los infieles sarracenos.
No es destacable por su
valor artístico. Parece ser que le precedió otra de piedra o de madera de
proporciones más modestas. La que podemos contemplar actualmente es una
donación a la ciudad de la familia Galguerías, como puede leerse en una placa
que informa de ese detalle a los visitantes. También podemos ver un soneto de
Antonio Almendros Aguilar grabado por el cantero Antonio Prieto.
Para llegar hasta la Cruz
Blanca iniciaremos el recorrido bordeando la línea de murallas orientadas al
Norte, pasando bajo el arco que une la capilla de Santa Catalina con la primera
de las dos Torres Albarranas.
Realizado por Ángel García Guirao y
Guillermo Torres Priego